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1.2.2 Gobierno



Las crisis sociales y económicas de las últimas décadas evidenciaron la incapacidad a la que pueden llegar las instituciones resquebrajadas del Estado Benefactor para generar ingresos, empleo e  instrumentar los servicios de seguridad y bienestar social, sobre todo cuando no sólo no satisfacen dichas necesidades sino que además no logran generar la confianza y aprobación de los ciudadanos en estos procesos.
En los últimos años de este siglo los ciudadanos han pasado de la demanda a la acción organizada en torno a la resolución de problemas específicos desde distintos niveles y ámbitos.

Si bien estas acciones no son homogéneas y se insertan dentro de perspectivas, formas de actuar y vínculos diferentes para cada tendencia específica, el conjunto de acciones y articulaciones ocurren dentro de un momento histórico en el que la sociedad construye espacios y experiencias de participación en la construcción de los tejidos sociales necesarios para un mayor bienestar de la población dentro de la que se incluyen.
Dentro de ésta perspectiva se considera que, aún cuando el gobierno tiene la enorme responsabilidad de velar por el interés de la ciudadanía para que ésta alcance el máximo de  desarrollo posible, esta tarea de hecho (y de derecho) no excluye a los ciudadanos. Así, como plantea Vicente Arredondo (1997), "esta inquietud se manifiesta, entre otras cosas, en el hecho mismo de resignificar el concepto de lo público, para que ya no esté referido exclusivamente a las funciones y atribuciones gubernamentales, sino que se utilice también para nombrar las actividades que realiza la sociedad civil organizada a favor del interés colectivo".
En este marco, las acciones que desarrollan las organizaciones sociales a favor de poblaciones específicas rebasan el ámbito de lo particular y se inscriben en el dominio de lo público. Pero estas acciones, si bien tienen como uno de sus impulsos las crisis sociales, están llamadas a construir una nueva forma de democracia: la participativa.



Esta noción habla de la conveniencia de que los ciudadanos, lejos de conformarse con simplemente elegir a sus representantes para los puestos de gobierno (cuando este proceso sea totalmente transparente), desde su acción concreta influyan en las políticas que afectan a los distintos sectores de población.
No se trata pues de una tarea para desplazar al gobierno de sus responsabilidades, como en algunos casos sugiere la lógica del mercado, sino de crear dinámicas de colaboración y mutua responsabilidad dirigidas a construir una sociedad más justa y equitativa.

Las organizaciones sociales dedicadas a la atención y desarrollo de la niñez, sobre todo de aquella en mayor desventaja, no son ajenas a este devenir. De esta forma es que ya desde hace algunos años desde diversas experiencias se ha incrementado la participación de este tipo de organizaciones en ámbitos que rebasan lo meramente asistencial  para insertarse en acciones de incidencia y gestión hacia nuevos marcos jurídicos y políticos que afectan a la población de niños y niñas que son motivo de su preocupación.

La base desde la que se parte es la experiencia adquirida a lo largo de estos años en el desarrollo de programas específicos, así como una interlocución directa con los diversos sujetos involucrados en la problemática en la que estas organizaciones se mueven. Esta experiencia muestra que durante todo el proceso es necesario fomentar la participación de tales sujetos, alejando la pretensión de convertirse en sus mediadores. Para el caso de la niñez se destaca también la importancia de su participación.



Fuentes de informacion:http://www.alainet.org/es/active/33851 

http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/rap/cont/83/pr/pr7.pdf 

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